El indiscutible ascenso bélico a nivel global no es más que la expresión de una aguda competencia por la cooptación de mercados por parte de los imperialismos en competencias pujantes. La época de expansión para EEUU ha terminado, el ciclo de reconstrucción del mercado mundial, del '45 al finalizar la 2da guerra mundial, entró en sus primeras crisis con la crisis del petróleo de 1970 y los combates entre la URSS estalinista y la hegemonía imperial de USA, como la guerra de Corea, Vietnam o la guerra del Yom Kipur, pasando por la crisis de los misiles en Cuba y el ascenso del proletariado mundial con las jornadas de mayo en Francia del '68, la traición a los cordones industriales chilenos por el gobierno burgués izquierdista de Allende y con el punto más alto de expresión de la lucha obrera en la Asamblea Popular en Bolivia en el año 1971, primer soviet latinoamericano desde la Revolución Rusa y la ola revolucionaria europea del periodo de los '20.
Las derrotas del proletariado desestructurado, sin partido mundial, en la década de los '60, '70 y '80, concluyeron con un nuevo periodo a nivel global. La caída del régimen moscovita y el sometimiento chino al capital financiero norteamericano desmovilizaron a la vanguardia de la clase. Para la década de los '90, a eso se suma la era de la globalización, el neoliberalismo el asentamiento económico de USA a través de superar la crisis del '70 con la implementación del petrodólar que liberó a la FED (Reserva Federal de EEUU) del patrón oro y la producción de mercancías como fundamento para la sostenibilidad e impresiones de dólares. Todo esto lleva a la época de la globalización, la reunificación de Alemania y la idea de una Europa unificada son las bases para la hegemonía imperial de Occidente. Sin embargo, focos en el Oriente Próximo y Medio Oriente empezaban a tener relevancia en el escenario mundial. La hegemonía del petrodólar condenaba a muchas naciones a someterse a las políticas imperialista dictadas desde Washington. Son claros los ejemplos la guerra del Golfo Pérsico, las intifadas palestinas, el conflicto talibán en Afganistán. Marcan un nuevo frente de combate al poder imperial occidental. Lo que terminará en un aumento en la escalada de ataques terroristas a nivel global como el 9/11 o diferentes acciones terroristas en el interior de la UE. Así llegamos a lo que se conoce como la primavera árabe ya en la primera década del nuevo milenio.
Ya para esas fechas se vivieron nuevos cracks económicos como el de 2008 con la bancarrota de Lehman Brothers y la explosión de la burbuja financiera, solo comparada con la de 1929. Esto denotaba el más significativo agrietamiento en la hegemonía imperial de Occidente. La burguesía utilizaba el sistema financiero de USA como una forma virtual de hacer dinero a través de la especulación financiera, ya que su capital de producción fue trasladado a Asia en diferentes países y principalmente en China se venía gestando una nueva fuerza imperialista que brotaría para participar y exigir su cupo de mercado. Así se sentaban las bases para la estructuración de la fuerza imperial de Oriente, conformada por China a la cabeza y seguida por la Federación Rusa. Las condiciones económicas planteadas para finales de la primera década del nuevo milenio ya empezaban a denotar una escalada contra cualquier nación que se atreviese a cuestionar las políticas económicas de Occidente. Tal fue el caso años antes con Gadafi o el peón sacrificado de Saddam Hussein. Por otro lado, China empezaba a tener una presencia cada vez más imperialista en diferentes países con exportaciones considerables de capitales que apuntaban a la construcción de un megaproyecto de control comercial en el transporte de mercancía hacia el mundo, conocido como la nueva Ruta de la Seda, que abarcaba países a lo largo de los cinco continentes. Rusia, por su parte, consolidaba la dependencia europea hacia su país con la construcción de los gasoductos North Stream I y II.
Las piezas estaban puestas en el tablero mundial, por un lado, la hegemonía imperial de Occidente que se sosteniente con toda su construcción militar y subordinación política de los países hecha a través de la ONU y la OTAN, con el control financiero SWIFT a más de 200 naciones y territorios a nivel global. Por otro lado, el nuevo bloque Imperial de Oriente que levantaba cabeza cada vez con más rasgos imperialistas. La ruptura definitiva devino de la pandemia COVID-19 donde ambos bloques ya disputaban una nueva "Guerra fría" que se calentaba mucho más rápido que la vivida en la segunda mitad del siglo XX. La guerra imperialista se había declarado primero como una forma de guerra biológica para trasponerse a una guerra financiera de injerencia geopolítica en diferentes frentes de batalla. Hasta la fecha en que se realiza este escrito, 12/10/2023, la escalada ha llegado a tener ya tres frentes de conflictos concretos. El primero comenzó en 2014 con la anexión de Crimea a la Federación Rusa, que entró en febrero de 2022 en una confrontación bélica clásica en guerra de trincheras con espantosos usos de los avances tecnológicos para el frente de batalla. En segundo lugar, en agosto de 2023, comenzó el levantamiento armado en cuatro países africanos contra la hegemonía imperial de Occidente, a la cabeza de Níger, que resultó de la experiencia de alzamiento en Burkina Faso, Malí y Chad, todas zonas de África transahariana, golpes de estado que ponen en tela de juicio el neocolonialismo imperialista europeo y norteamericano de pueblos africanos históricamente sometidos a los intereses del imperialismo occidental. Y tercero, el conflicto más reciente 7/10/2023, con el ataque del grupo Extremista y nacionalista de tintes foquistas HAMAS que domina la Franja de Gaza, lanzando un ataque al Estado de Israel que ha dejado al mundo completamente sorprendido y está generando incertidumbres en los mercados mundiales.
El conflicto entre Palestina e Israel no es casual. El ataque de HAMAS, que no ha sido coordinado con las masas palestinas, sorprendió tanto a propios como a extraños. ¿Cómo es posible que una organización militar, consciente de su capacidad bélica, se lance a semejante despropósito, exponiendo a la brutalidad bélica de Israel a su población?
En todo el planeta, la competencia entre las burguesías monárquicas existentes, como es el caso de los aliados de Occidente, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Jordania, etc., y los rivales, como Siria, Irán y el Hezbollah de Líbano, cuya afinación política responde al orden imperialista de Oriente liderado por China, permite entender por qué Arabia Saudí firma un acuerdo de paz con Israel. Esto se debe a que forma parte de la coalición occidental que busca frenar la exportación de petróleo ruso o, en todo caso, boicotearlo con los precios, para que la burguesía de Estados Unidos y Arabia Saudí obtenga jugosas subidas en el barril de crudo. En el último año, China, al pretender garantizar su papel de líder mundial, también ha obligado a su agente Irán a llegar a un acuerdo de paz con Arabia Saudí. Esta enemistad se originó en la Revolución Árabe de 1979.
Vistos los intereses de la competencia imperialista que empieza a despegar, el ataque de HAMAS representa materialmente el frente bélico Inter imperialista más agudo debido a la importancia económica que se mueve por la región. Si bien sabemos que Israel fue un estado creado por el imperialismo occidental victorioso después de la Segunda Guerra Mundial y que este lo utiliza para sus intereses, al pueblo hebreo, que históricamente ha sido perseguido a lo largo de la historia, camufla su intención de tener un estado bien equipado militarmente para mantener un punto de control efectivo entre la población árabe utilizando a los judíos.
De la misma forma, Irán importa al conflicto árabe los intereses de China y la Federación Rusa, que no dudarán en utilizar a la población palestina como carne de cañón para garantizar un mejor cupo de mercado y precios en la guerra energética que se libra en Europa desde la invasión a Ucrania.
Podemos sacar una posición coherente que, a pesar de la ausencia del partido obrero mundial para la revolución, es la necesidad de construir un nuevo estado donde la población palestina y judía puedan convivir en paz. Sin embargo, ese estado no puede ser en el marco de las relaciones capitalistas de producción, ya que vemos que el postulado imperialista de Estados Unidos, a través de la ONU y de dos naciones, se ve trocado y sometido a los intereses económicos de las superpotencias mundiales. Solo será posible encontrar la paz entre palestinos e israelitas si su proletariado, con el partido obrero, aparecen y llegan a tomar el poder para imponer, destruyendo su dirección burguesa palestina y focos militaristas palestinos que solo los empujan a la muerte por intereses ajenos a los de la nación oprimida.
Tal parece que los poderes imperiales que compiten por la repartición de mercados en el mundo han vuelto a resurgir como en las décadas de 1900 a 1918. La crisis que está golpeando el alza del costo de vida y de la educación en los países desarrollados ha conllevado a nuevas movilizaciones instintivas del proletariado y los trabajadores, como el caso europeo en Francia, o las huelgas en Alemania, Bélgica y en el Reino Unido, pasando por las poderosas movilizaciones de los obreros automotrices en Estados Unidos o el paro indefinido de actores y guionistas. Los levantamientos en Sudamérica, tanto contra los gobiernos burgueses de izquierda o derecha en Colombia, Perú, Chile y Bolivia, denotan una nueva agudización en el movimiento obrero. Siendo el gran obstáculo que permite unificar la lucha internacional de la clase obrera, la falta de la dirección política del partido obrero mundial para la revolución.
El conflicto mundial se agudiza en posiciones bélicas que brotan como burbujas en un caldero de agua hirviendo. Tal parece que el panorama, lejos de calmar los ánimos, está empujando exponencialmente al aumento de crisis y movilizaciones instintivas de las masas. Los partidos obreros tienen que ajustar las tácticas de penetración en el seno de las masas y sus direcciones políticas para poder desde ahí llevar a cabo el combate por mejores condiciones de vida para las masas, que están pagando con su espalda rota las consecuencias de estas crisis, reclamando ideas para la unificación de la acción directa. Las masas están dispuestas a luchar y tanto la derecha reaccionaria como la izquierda progresista no han podido resolver son ante sus ojos los verdugos de toda la vieja casta política del estado burgués. Los revolucionarios no son de izquierda ni mucho menos de derecha; somos un partido capaz de dar explicación y contenido político a las inquietudes más concretas de las masas. El proletariado tiene aliados en la pequeña burguesía citadina y del campo, la gran masa de trabajadores y fuerzas armadas. Corresponde barrer de nuestras filas todo tipo de participación parlamentarista y electoralista que emboba a las masas hacia las ilusiones democráticas burguesas, levantar nuestras propias banderas de un nuevo estado impuesto por la vía insurreccional, el estado obrero y la dictadura del proletariado, para erradicar las viejas guerras imperialistas, la injusticia y la falta de trabajo, ajustar cuentas con los usureros, traficantes y señores de la guerra que dividen a los pueblos con discursos étnicos, raciales, religiosos o sexuales. La unidad de la nación oprimida solo será posible si el proletariado y, más aún, si su partido político tiene la madurez política de expresar abiertamente y organizar coherentemente a la clase obrera para forjar su alianza obrero-campesina para la toma del poder político y abandonar el infantilismo izquierdista respecto a la política con las fuerzas armadas, militares y policiales, ganarlas a sus posiciones y organizar la toma de poder.
Las condiciones están volviendo a resurgir, la historia se sigue escribiendo y corresponde a nuestra generación darle una salida revolucionaria obrera y proletaria, no izquierdista y mucho menos derechista. La burguesía se agota y se autodestruye por su competencia visceral por dominar los monopolios en el mercado mundial.
J. Portugal. Bolivia 2023.
Fuente: Radio Obrera Puka Wayra