22 de julio de 2024. El próximo 28 de julio se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela. Todo el proceso que nos trajo hasta aquí ha sido fraudulento, conducido por un CNE controlado por un gobierno que restringe las libertades democráticas. En Venezuela la gran mayoría repudia al gobierno de Maduro. Hay un gran hartazgo después de 25 años de chavismo y expectativas frustradas. El país entero sabe que el gobierno no tiene votos y sin embargo hay una gran incertidumbre sobre lo que pueda suceder.
Por su parte parte la izquierda no presenta candidato. El Partido Socialismo y Libertad junto a otras organizaciones intentó levantar una candidatura pero el gobierno cerró esa posibilidad.
Ahora bien, más allá del desenlace del proceso electoral, creemos que la izquierda debe hacer un balance profundo del fracaso del chavismo como proyecto político de alcance limitado, reformista y de conciliación de clases. Definitivamente esa no es la vía.
A pesar de esta constatación, la mayoría de la izquierda o se presenta ambigüa o apoya algún a algún candidato patronal, bien sea Edmundo González Urrutia, candidato de María Corina Machado y la Plataforma Unitaria, Enrique Márquez, Claudio Fermín o Antonio Ecarri. Ninguno de izquierda y todos reproductores del capitalismo. Muchos de los que hasta no hace mucho apoyaron al chavismo, bien sea en su versión Chávez o Maduro, hoy tienen esta táctica.
Nuestra izquierda nació en la década del 30 del siglo pasado, en pleno apogeo del estalinismo en la Unión Soviética. Es decir, muy influida por la visión etapista prevaleciente desde aquella época. La izquierda en el país, provenga de la tradición prosoviética, maoísta o castrista, está acostumbrada a apoyar sin ningún pudor ni la menor crítica a algún “burgués progresista” o a un “militar nacionalista”. No es de extrañar entonces el apoyo a Medina Angarita, a Wolfgang Larrazábal, Rafael Caldera o el mismo Chávez.
Esos respaldos a personajes burgueses se ha dado con más o menos las mismas argumentaciones en distintos momentos: la supuesta necesidad de la “unidad nacional”, el mal menor o el “enemigo principal”. Todas siempre con la intención declarada de “acumular fuerzas”. Nuestra izquierda ha pasado décadas acumulando fuerzas detrás de algún representante de la burguesía. Construyendo alianzas “más allá de la izquierda”. Después de años con esa táctica el resultado es una izquierda en crisis, desdibujada y sin vocación de poder.
La idea de la independencia política de la clase trabajadora frente a los partidos y representantes de la burguesía, no está en su ADN. Consideran “sectarios” a los que reivindicamos ese concepto que para nosotros es de principio y estratégico. La izquierda no puede seguir llevando a los trabajadores y al pueblo de furgón de cola de algún burgués o militar más o menos progresista.
Desde el PSL planteamos que es necesario construir una izquierda verdaderamente revolucionaria, internacionalista, que reivindique la independencia de clase, que no se transe políticamente con la burguesía, ni se coloque a la cola de su proyecto político; no sectaria, abierta a alianzas para impulsar la unidad de acción en defensa de las principales reivindicaciones sociales del pueblo trabajador, así como de las libertades democráticas. Una izquierda no electorera pero que sepa utilizar los procesos electorales para postularse como alternativa política y divulgar su programa y principales planteamientos. Una izquierda que tenga como método privilegiado la movilización permanente por los reclamos más urgentes del pueblo trabajador.
En el PSL estamos empeñados en esa tarea, luchando por el socialismo con democracia obrera y porque seamos los trabajadores y trabajadoras quienes gobernemos en Venezuela, en América Latina y el mundo. Conoce nuestras propuestas y súmate a construir esa alternativa.