ROSARIO CHÁVEZ, LA GENERAL QUE NO DEBEMOS OLVIDAR | IMPIDEN QUE UNA MUJER ESTÉ AL MANDO DE LA POLICÍA BOLIVIANA | La general Rosario Chávez estuvo a un paso de ser la primera Comandante General de la Policía Nacional. Se lo impidieron la corrupción y el narcotráfico. Fue Subcomandante General y Jefa del Estado Mayor durante cinco meses y la destituyeron, jubilándola a la fuerza, injuriada y vilipendiada…
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©Wilson García Mérida | Columna Sopa de Maní
El año 2015 marcó una época crucial en la historia de Bolivia. Un año antes, el binomio EvoMorales-GarcíaLinera había sido reelegido para un tercer mandato y desde ese momento el prorroguismo neo-estalinista inició campaña —usando bienes del Estado y lavando dinero de dudoso origen— para una cuarta reelección. Entonces todo apuntaba al pensamiento único; la megalomanía por el poder palaciego y la sumisión colectiva a esa forma totalitaria de gobernar se habían convertido en la única opción político-electoral, en medio de una galopante corrupción y con cada vez más cocaína cristalizada saliendo del Chapare. Entonces, el neo-estalinismo se transformó en narco-estalinismo. Por denunciar con datos concretos aquella nefasta transición, en 2016 partí al exilio en Brasil acusado y perseguido por “sedición”.
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Ese mismo año 2015, aconteció uno de los episodios más horrendos en la historia de la Policía Boliviana. Una mujer policía que había logrado, por primera vez en la historia, conquistar un puesto en la alta jerarquía policial como Subcomandante General de esta institución, Rosario Chávez Alurralde, fue defenestrada del cargo tras intentar barrer la corrupción en esa entidad, no sin antes ser vilipendiada, injuriada y humillada por el poder político.
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Apenas posesionada como Subcomandante General y Jefa de Estado Mayor, entregó al entonces ministro de Gobierno Hugo Moldiz nutrida documentación y pruebas sobre actos de corrupción de la cúpula policial, incluso de los jefes que eran parte del Estado Mayor recién posesionado. Moldiz se hizo al loco y tiró en alguna gaveta las denuncias de la general Chávez, y cuando se precipitó el cambio del Ministro, con Carlos Romero al mando, la mafia policial denunciada le hizo el ajuste de cuentas a la General denunciante, destituyéndola del Alto Mando, degradándola a un cargo inferior en una unidad académica, sometiéndola a un vil proceso disciplinario, enjuiciándola penalmente y luego jubilándola a la fuerza. Así se deshicieron de ella, y luego todo volvió a la “normalidad”.
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La historia de la general Rosario Chávez, es la historia de la mujer boliviana en la lucha democrática por la igualdad de derechos laborales y profesionales que asisten a todo ciudadano en condiciones de dignidad y transparencia. Esta mujer policía no aceptó ser un simple adorno para barnizar el doble discurso de un régimen irremediablemente partidocrático, discriminador, excluyente e intensamente corrupto. El neo-estalinismo no tolera que una mujer profesional brille con luz propia, por encima de la estulticia del hombre mediocre cargado de poder y soberbia. Mujer corrupta y mujer mediocre, a imagen y semejanza del hombre que domina, es el ideal neo-estalinista de mujer.
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La general Chávez fue posesionada como Subcomandante General de la Policía Nacional el 15 de enero de 2015, bajo la gestión del entonces ministro de Gobierno Hugo Moldiz. Por reglamento, quien asume el cargo de Subcomandante General ejerce también funciones como Jefe del Estado Mayor de la Policía. Rosario Chávez había alcanzado ese mando supremo —a un paso de ser la primera mujer Comandante General en la historia de la Policía— por méritos propios, tras una trayectoria impecable y laboriosa en toda su carrera.
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De hecho, a la Subcomandante General, Chávez, le correspondía asumir la Comandancia General cuando el Alto Mando de Moldiz se desarmó tras el escándalo de un peruano mafioso que se le escapó de las manos. Romero no dio curso a esa sucesión institucional poniendo, como se debía, a aquella mujer en la punta de la pirámide policial, un hecho que pudo haber sido de gran trascendencia histórica. Esta tarea democrática quedó pendiente.
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En la historia policial, Rosario Chávez era la tercera mujer policía que ascendió al grado de General, después de las generalas Lily Cortez que ejerció el cargo de Comandante Departamental en Santa Cruz y Cristina Cerruto que fue Directora Nacional Administrativa de la Policía. Estos nombres se suman a los de otras pioneras de la feminización policial como las suboficiales Magna Virginia Cortez, Carmela Baldivieso, Nancy Mariaca y Miriam Rosas, que pertenecieron a una brigada creada en 1973. La primera cadete de la ANAPOL que ascendió al grado de Coronel fue Noemí Valdivia.
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Recuerdan a Rosario Chávez como la mejor alumna en su promoción de la ANAPOL, egresada en 1983. Siendo Capitán, fue la primera mujer policía que realizó patrullajes y operativos con la Unidad 110. Cuando ascendió a Coronel, ejerció funciones subalternas en la Brigada de Protección a la Familia y luego fue su Directora Nacional en una gestión que fortaleció sustancialmente ese mecanismo protector del binomio madre-niño, de los ancianos y la infancia. Luego se hizo cargo de la Dirección Nacional de Servicios Técnicos y Auxiliares, revolucionando el sistema digital para la entrega de certificaciones policiales a los ciudadanos en cuestión de minutos. Y en cada función ejercida, su guerra contra la corrupción de su entorno fue implacable. Acumuló la honestidad, experiencia y sensibilidad necesarias para comandar a toda la Policía boliviana. Era el futuro que pudo ser posible en un verdadero proceso de cambio.
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Pero el proceso iba en un sentido contrario. La general Chávez no cabía en él. No faltaron los “valientes” que confabularon con sucias artimañas para truncar el transparente camino de la General. Aún pisan fuerte aquellos mafiosillos que no quieren que una mujer encabece a la Policía boliviana. Aún gobiernan quienes quieren, desde los tiempos neoliberales, que la Policía sea una institución subordinada a un poder político-partidario conculcador de los derechos humanos, y sometida al poder corruptor del narcotráfico y de la gran delincuencia organizada desde el Estado.
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Entre las denuncias entregadas por Rosario Chávez al ministro Moldiz, para su debida investigación oficial, abundaban casos de cobros ilegales realizados por los jerarcas policiales a sus propios camaradas, para viabilizar ciertos ascensos y cambios de destino. Esos cobros extorsivos que se realizaban mediante una red expandida en toda la institución, inducían a los policías exaccionados, casi todos de bajo rango, a tener que recuperar ese dinero sonsacando sobornos a los ciudadanos. Chávez denunció asimismo varios casos de impúdico nepotismo. Entre algunos jefes denunciados por la Generala, también pesaban sospechas de vinculaciones con el narcotráfico.
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Aprovechando que las pruebas de sus denuncias se hicieron humo durante la gestión de Moldiz, el ministro Romero, adulado y manejado por la mafia policial, ordenó una despiadada decapitación de la general Chávez. La colmó de improperios; ordenó públicamente se la imponga “sanciones drásticas”, se la someta a un proceso disciplinario por “denigrar la imagen institucional”, y que los denunciados la enjuicien penalmente, “para sentar precedentes” dijo entonces Romero. El poder político decidió que en adelante ninguna otra mujer policía osara alzar la voz. Era así cómo se marcaba el rumbo neo-estalinista del “proceso de cambio”.
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Cuando estuve exiliado en Brasil, por obra y gracia del gran timonel Quintana, el ministro Romero volvió a mostrar la faz misógina del neo-estalinismo cuando se puso al lado de un coronel Medina para impedir el esclarecimiento del asalto a la joyería Chronos, en Santa Cruz, donde murió una joven cajera por disparos que efectuaron los mismos policías. Ese era un caso de clara complicidad en el asalto entre atracadores y policías que los ejecutaron al fracasar el robo de las joyas, hecho que Sol de Pando investigó y demostró en su momento. Romero trató con desdén a la arquitecta Roxana Torrico, madre de la joven fallecida, negándose a investigar los vínculos del grupo de Medina con los asaltantes. Roxana falleció de un infarto, a los pocos días del fallo judicial favorable a los policías que mataron a su hija durante ese atraco.
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A ratos sospecho que Carlos Romero, despojado de la soberbia del poder, está arrepentido de haberse puesto al lado de aquellos policías corruptos de alto rango que tan sumisamente le adulaban en el entorno palaciego, al menos en los casos de la general Rosario Chávez y de la arquitecta Roxana Torrico. Supongo que algún remordimiento tendrá. Intenté hablar con el ex Ministro al respecto, le hice varias llamadas entre el sábado y este domingo, y no quiso responder….
©Redacción Sol de Pando